consejos para evitar peleas entre hermanosEducar a nuestros hijos es una labor conjunta del colegio y de la familia. Es decir, ni unos ni otros debemos creer que es el otro el que debe encargarse de esto, y esperar que nos solucionen el problema. Si el colegio y la familia actúan de manera coordinada y con gran interés se pueden reducir significativamente las situaciones en las que se recurre a la violencia física o verbal entre hermanos.

Para reducir el riesgo de que se produzcan peleas entre hermanos, te ofrecemos una serie de pautas con las que trabajar en todos los ambientes en los que el niño se desenvuelva:

1. Enseñarles a compartir. Tenemos que mostrarles que no pasa nada por tener cosas en común, y que todos podrán disfrutar de ese bien tan preciado porque hay tiempo para todo. Ahora tú, luego yo, y mañana primero yo y luego tú. Mucho mejor si podemos conseguir que sea “ahora los dos juntos”, ya que esto vinculará emocionalmente a los niños y se sentirán más cómodos en compañía.

2. Repartir equitativamente el amor y el tiempo de sus padres. Esto supone que debemos dedicar aproximadamente el mismo tiempo a todos nuestros hijos. Es muy habitual que un hijo tenga gustos más afines a nosotros que otro y, por ende, tendemos a tener más confidencias con él.
Por ejemplo, a nuestro hijo le gusta el fútbol como a nosotros y le llevamos a los partidos, vemos otros en la tele, y hablamos mucho sobre ello; mientras que el otro prefiere leer cuentos, cosa que nosotros rechazamos, y evitamos pasar ese tiempo con él. Esto supone que uno se lleva nuestra atención y afecto, mientras el otro se siente desplazado. Busquemos algo que nos una a todos y, si realmente nuestros gustos son muy diferentes, seamos adultos y amoldémonos a los pequeños.

3. Enseñarles buenos modales: pedir las cosas por favor y dar las gracias puede parecer poco sustancial a la hora de evitar un conflicto, pero muchas veces la chispa se enciende cuando uno quita algo al otro o cuando le grita que se lo dé. Si los niños aprenden las pautas sociales correctas no jugarán con pólvora que puede explotar en cualquier momento.

4. Enseñarles desde nuestra propia actitud. Ser unos buenos modelos para nuestros hijos. Resulta incoherente pedirles que sean educados, que traten bien a los demás, que no discutan ni se enredan en peleas con sus hermanos y con los demás, si ellos nos escuchan decir cosas como: “fulanito es tonto, no sabe hacer nada”, “menganito se estaba buscando un bofetón”… Si ven en nosotros una conducta agresiva, ¿cómo esperar que ellos no la tengan?

5. Controlar a qué juegan y qué ven en la televisión. Existen gran cantidad de programas que no son adecuados para los niños. Por ejemplo, al llegar a casa tras el colegio pueden enfrentarse a programas de chismes donde constantemente están discutiendo y haciendo crítica destructiva, a telenovelas en las que hay peleas e insultos, a series en las que se investigan asesinatos… debemos evitar que nuestros pequeños vean este tipo de programas hasta que estén preparados para verlos de manera crítica.

Exactamente lo mismo sucede con los videojuegos. Existen multitud de juegos “de matar”, que no son para nada aconsejables hasta la adolescencia, cuando los jóvenes ya están preparados para entender que sólo es ficción y que una vez se apaga el juego, todo termina ahí. En el caso de los juegos de competición (sobre todo los de deportes), pueden fomentar una desaconsejable rivalidad entre ellos –que es una fuente de conflictos–, o conseguir que cooperen jugando juntos para ganar a la propia consola.

Tanto en la televisión como en los videojuegos debemos regular el tiempo que permanecen delante de ellos, procurando no superar entre semana la hora u hora y media al día, y las tres horas al día en el fin de semana.

6. Educarles en el marco de un ambiente familiar y escolar adecuado. Esto significa no sólo ser un buen modelo para ellos, sino también crear un entorno donde se pueda hablar de todo lo que acontece en casa y los problemas que surgen, buscando entre todos y de la manera más consensuada posible la solución que nos parezca más adecuada.

7. Reforzar positivamente sus conductas adecuadas y negativamente aquellas que queramos modificar. Si el niño busca una solución a un conflicto de manera dialogada sin recurrir a la pelea, tenemos que hacerle ver que ese es el camino que ha de seguir felicitándole por ello. En cambio, si utiliza la confrontación como forma para solucionar el problema debemos mostrarle de manera firme que eso es algo que debe cambiar, llegando incluso a retirarle algún beneficio (por ejemplo: ver su programa de televisión preferido) si su conducta persiste.
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